jueves, 9 de abril de 2015

Cuando El Amor Supera Las Adversidades Del Pasado

Saulo era un hombre privilegiado. Su trasfondo era envidiable. Había nacido en una familia respetable, como ciudadano de la nación más poderosa del mundo. Sus padres habían cumplido con todos los requisitos y los ritos que la sociedad y la religión le imponen a una persona que aspira a ser reconocida por los hombres. Fue educado en las mejores escuelas y se graduó de una de las mejores Universidades de su tiempo.
Sin embargo, algo andaba mal en su interior. Todo su conocimiento, educación e influencia no podían ahogar los gritos desesperados de su espíritu. Saulo no vivía en paz. Su padre había sido un hombre duro y severo, que no admitía errores, que cosechaba donde no había sembrado. Desde pequeño, Saulo se sintió rechazado. Las palabras hirientes y los golpes habían hecho estragos en su interior. Poco a poco, su corazón comenzó a endurecerse y a llenarse de oscuridad. El dolor se convirtió en resentimiento, y el resentimiento en odio.

Lo peor es que la amargura lo había contaminado a tal grado que un deseo de venganza se empezó a apoderar de él. Quizás, fue por eso que cuando escuchó por primera vez a aquellos hombres hablar del amor de Dios, se enfureció y dijo: “¿Cómo se atreven a hablar del amor? ¡El amor no existe!” Pero cuando les escuchó exhortar al pueblo a arrepentirse y creer en Jesucristo como su Señor y Salvador para recibir el perdón de sus pecados no pudo más. Eso iba en contra de sus tradiciones y creencias. Explotó en un arranque de coraje, y respirando amenazas, juró perseguirlos hasta acabar con ellos.

Un día, mientras se dirigía a otra ciudad en uno de sus viajes de negocios, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo, tan intenso, tan perfecto, tan puro. Cayó en tierra y escuchó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Era una voz firme, pero al mismo tiempo llena de amor. Saulo nunca había experimentado algo así. “¿Quién eres, Señor?”, preguntó. “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. Al escuchar esas palabras, el corazón de Saulo casi se detuvo. Toda su vida había anhelado recibir el amor que en ese momento estaba experimentando, pero jamás se imaginó que vendría de Aquel a quien predicaban los hombres que perseguía.

En realidad, Saulo, ciego con rencor, deseaba que alguien pagara por lo que él había sufrido. Lo que no sabía era que, efectivamente, Jesucristo había pagado el precio por amor. En la cruz, Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; sufriendo nuestros dolores, llevó el castigo de nuestra paz.

Saulo, temblando y temeroso, dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. Esta pregunta representa el triunfo del amor de Dios sobre la dureza y obstinación del corazón del hombre y es el mayor homenaje que podemos dar a Jesús. Saulo comenzó a vivir una vida nueva. Desde ese día, la voluntad de Dios se convirtió en su máxima prioridad. Dejó a un lado su propia agenda y sus planes egoístas para abrazar los propósitos de Jesucristo con todas sus fuerzas.
Autor: Marco Barrientos
Marco Barrientos es un artista, comunicador, conferencista internacional y maestro reconocido en el mundo hispano por combinar la enseñanza de principios bíblicos prácticos con el fluir del canto profético que produce una poderosa experiencia en la presencia de Dios.

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